El presente y el futuro han pasado por aquí

Quique Royuela, director de la revista y blog Principia nos propuso a José Antonio Gordillo y a mí hacer un ejercicio literario en dos partes, las cuales serían publicadas en dos números consecutivos de la revista. La idea era que fuesen dos relatos autoconclusivos pero muy relacionados entre sí y que combinaran un doble enfoque, yendo de los conceptos de la sociedad orwelliana de 1984 a la postverdad de Trump. Encantados de recibir esta propuesta, pensamos en hacer una especie de «doble distopía» sobre museos de ciencia. A pesar de ser -obviamente- sólo un modesto ejercicio literario, pretendimos proponer un compás de reflexión sobre los museos de ciencia contemporáneos.


El futuro ha pasado por aquí (publicado en «Principia». Temporada 3. Episodio 1)

Il futuro è passato qui”

Lema de la Universidad histórica de Roma La Sapienza

 

—Caballeros, su majestad la reina Victoria.

El chambelán lanzó con parsimonia el aviso mientras el séquito entraba ampulosa y ordenadamente en la estancia del palacio hasta casi llenarla. La pompa se erigía como una especie de éter universal —algo de la máxima actualidad científica en aquel momento— en el que se movían todos los allí presentes.

Tras las presentaciones de rigor tomó la palabra el príncipe consorte Alberto, que en aquella ocasión actuaba como anfitrión.

—En nombre de su majestad y del mío propio quiero agradecer su presencia. Todos ustedes han estado prestos y resueltos a nuestra llamada. Como saben, queda poco más de un año para que se inaugure nuestra magna Gran Exposición. El evento con el que Gran Bretaña brillará ante el mundo como el imperio mundial que es.

En torno a la gran mesa de caoba decorada con una exquisita marquetería un grupo de casi veinte personas escuchaba reverencialmente las palabras de bienvenida. Empresarios importantes del sector del algodón y el ferrocarril, inventores, artistas como John Ruskin, librepensadores, hombres ilustrados de la época como Sir Augustus Wollaston Franks a punto de ser nombrado director del British Museum, habían acudido solícitos a la llamada de su majestad para ponerles al corriente de los avances hechos en la organización de lo que ya se conocía como el mayor evento de la historia.

—Como todos ustedes saben, hemos tenido algunas dificultades añadidas para poder coordinar debidamente el transporte de los ingenios que vamos a mostrar en el Gran Hall. No obstante, la ayuda desinteresada de algunos patronos importantes nos ha permitido salvar la situación perfectamente.

Una voz grave retronó desde el fondo de la estancia:

—Con permiso de su majestad. Me gustaría saber en qué ha quedado la propuesta que hice en nuestra última reunión respecto a mostrar a todos los visitantes los heroicos hechos de Spitalfields en el recinto dedicado a los telares mecánicos.

Spitalfields fue un característico movimiento ludita de destrucción de telares protagonizado por los tejedores de seda del distrito de Londres de Spitalfields en 1765 y 1769. En ellos se denunciaba el hecho de que «un hombre puede hacer lo que veinte», y aquel que lo reivindicaba era el jovencísimo William Morris. Una de las pocas voces disonantes que se escuchaba siempre en aquellas reuniones inacabables. Nadie se explicaba por qué seguía asistiendo a ellas dado su carácter provocador y un tanto irreverente. Morris era un firme defensor de la dignidad del oficio y un acérrimo detractor del proceso de progresivo maquinismo que en sus palabras «estaba sorbiendo poco a poco el alma del trabajador cualificado hasta convertirlo en un mero apéndice de la máquina perfectamente prescindible».

—Señor Williams —respondió visiblemente molesto el príncipe Alberto—, si se refiere a esa chusma provocadora y tumultuosa causante de uno de los peores desórdenes sociales que se recuerda en la ciudad, creo que más que un homenaje sus perpetradores merecerían nuestro olvido eterno.

Williams se revolvió en su butaca mientras Ruskin, justo a su lado, ponía delicadamente una mano sobre su antebrazo tratando de detenerlo.

—Además, desearía continuar mi intervención haciéndoles un anuncio importante. Es para nosotros un verdadero honor presentarles a quien desde ahora será el capitán de la nave, Sir William Williams. Desde hoy cuenta con nuestra máxima confianza. Como todos ustedes saben, el señor Williams ha realizado una brillante carrera en la prisión de Millbank diseñándola a partir de los principios expresados por el notorio filósofo utilitarista Jeremy Bentham gracias a lo cual nunca antes sus presos han estado mejor vigilados y mejor preservado el orden social. Dada su autoridad, hemos creído oportuno encomendarle el trabajo de supervisión de todoas las tareas pendientes. Sir Williams, ¿sería tan amable de acercarse por favor hasta aquí para dirigirnos unas palabras?

La figura encorvada y maltrecha de Williams se levantó lentamente de la butaca. Al tratar de avanzar tropezó sin querer con una de las banquetas próximas a la mesa y estuvo a punto de caer. Una vez recuperó el equilibrio, estiró su sinuosa levita, apartó uno a uno de los mechones de su desordenado cabello que se precipitaba sobre una abombada frente y con voz trémula anunció:

—Caballeros, la hora de la sociedad basada en la armonía de la ciencia y la técnica ha llegado. Ustedes serán sus primeros heraldos…

 

Historia del final de… los science center (Ediciones Century). N. York, 2092.

Autor: Apolonius Dragotev. Science Communication Research Institute.

Sinopsis: el autor hace una completa crónica del progresivo deterioro de los science center hasta su casi total desaparición en la década de los ochenta de nuestro siglo. A partir de todo tipo de material de época relativo a los science center (artículos de prensa, libros especializados, entrevistas con algunos de sus profesionales e incluso una novela), Dragotev, uno de los mayores expertos del mundo en historia de la museología científica, ofrece una completa y profunda panorámica del origen, auge y práctica desaparición de los museos de ciencia interactivos.

La colección «Historia del final de…» de Ediciones Century, está dedicada a diversas realidades sociales que durante el siglo XXI han visto su progresiva desaparición. Le recomendamos otros títulos como Historia del final del transporte privado, Historia del final del azúcar, Historia del final de Facebook o Historia del final de los envases no retornables.

(Disponible en papel, libro electrónico y archivo para implante neuronal, este último con un descuento promocional del 10%).

(Páginas 45-47)

(…) Las grandes exposiciones universales que se desarrollaron durante el siglo XIX y XX fueron en muchos casos el origen de muchos science center del siglo XX. Lo que fueron pabellones de grandes exposiciones en grandes ciudades mundiales acabaron convirtiéndose posteriormente y en muchas ocasiones en museos dedicados a la divulgación científica.

Era una época en que los avances tecnológicos e industriales se desarrollaban con una gran intensidad y a gran escala. El futuro se conquistaba cada día a golpe de invento y de ingenio tecnológico a cual más brillante respecto de su antecesor. El futuro nos esperaba de forma radiante a la vuelta de la esquina.

La ciencia y la tecnología estaban revolucionando el mundo entero y había que explicarlo. Eran años en los que la comunicación no tenía la importancia estratégica que tiene en la actualidad. Todo lo que se divulgaba pasaba por una prensa y una radiofonía aún incipientes. Con las exposiciones universales se entendieron las enormes posibilidades del lenguaje museográfico para comunicar los avances tecnológicos del momento. Pero también la inmensa efectividad social que podía llegar a tener el progreso visionario como ideología hegemónica.

Hasta entonces los museos —normalmente colecciones de historia natural o tecnología— se habían centrado en conservar y exponer sus colecciones, con un discurso narrativo de corte sobre todo retrospectivo y con el objeto —la pieza— como recurso museográfico principal, casi único, del lenguaje museográfico, caracterizado por sus activos de tangibilidad. Con las exposiciones universales este lenguaje se proyecta hacia una nueva dimensión narrativa basada en un discurso prospectivo: ya no solo se trata de hablar del pasado en un espacio museístico, sino del presente y sobre todo del futuro: el museo como eficaz máquina del tiempo que ha de venir. Por otro lado, el objeto comparte ahora las salas con el fenómeno (la experiencia) elevando con ello a su máximo exponente la tangibilidad como activo endémico del lenguaje museográfico y preparando el camino de lo que sería el fenómeno museográfico de ciencia por antonomasia del siglo XX: el surgimiento del science center.

Para celebrar el tercer centenario del Discurso del método de Descartes, y en el marco de la Exposición Universal de 1937, se organizó en París una gran exposición dedicada —una vez más— a los avances de la ciencia: el Palais de la Decouverte, ¡Un palacio de los descubrimientos! El ideólogo y motor del proyecto, el Premio Nobel Jean Perrin, había imaginado un espacio apasionante dedicado a todas las disciplinas de la ciencia entendido de un modo experimental. Se agrupó a un gran número de científicos que, no sin cierto escepticismo inicial, trabajaron intensamente sobre la parte del Grand Palais que se concedió al proyecto, optando la organización por no hacer el edificio ad hoc que Perrin proponía inicialmente. Más de veinte diferentes disciplinas científicas se repartieron los casi dieciocho mil metros cuadrados de espacio cedido para la ocasión. El 24 de mayo de 1937, día inaugural, se despejaron todas las dudas: el visitante un millón se alcanzó el 5 de septiembre y el dos millones, el 30 de octubre. El clamor popular fue tal que la exposición se convirtió en el museo permanente que es hoy.

El rotundo éxito popular de estas exposiciones universales durante gran parte del siglo XX constituiría a la postre también su cara negativa. A finales de los años 80 del siglo XX, las exposiciones universales fueron tomando tintes más publicitarios y los países empezaron a ver en esas exposiciones sobre todo instrumentos de su propia promoción en clave triunfalista. Paralelamente, los museos de ciencia que habían nacido en parte como consecuencia del éxito de estas exposiciones universales, se ven sometidos a una deriva similar que les aproxima a establecimientos en busca de la identidad perdida que con frecuencia se acaban comprometiendo más con la promoción turística o con el entertainment que con la divulgación científica,  con el visitante ya prácticamente reconvertido en consumidor  (…)


El presente ha pasado por aquí (publicado en «Principia». Temporada 3. Episodio 2)

“Olvidan que esto, lo de aquí, no es la vida.

Aquí, negro sobre blanco, rigen otras leyes.

Un abrir y cerrar de ojos durará cuanto yo quiera,

se dejará fraccionar en eternidades minúsculas

llenas de balas detenidas en pleno vuelo.

Nada sucederá si yo no lo ordeno.

Contra mi voluntad no caerá la hoja,

ni una brizna se inclinará bajo la pezuña del punto final.” 

Wisława Szymborska La alegría de escribir

 

Shanghai, 26 de marzo de 2021

La infinita sala de reuniones se tiñó de repente de ribetes dorados. La mesa de reuniones lanzaba de forma rabiosa destellos de luz dándole una apariencia de disco solar que incrementaba la irrealidad de la cita.

Zhang Ge, la flamante nueva directora del Science and Technology Center de Shanghai entró exactamente a las 9:35 precedida por un asistente clónico que le abrió la puerta, dejó a su lado su tableta quedándose tras ello en un discreto puesto aparte.

Suspendida en una sonrisa que no abandonaría ya en momento alguno Ge agasajó con su discurso de bienvenida a los allí presentes como sólo sabe hacerlo una mujer china directiva hoy.

  • Queridos amigos. Su presencia aquí nos hace inmensamente felices. Ustedes son los mejores profesionales del mundo comisariando exposiciones de ciencia. El reto de conseguir traerles no ha sido menor pero finalmente aquí están. Como saben nuestro Museo tiene previsto llevar a cabo en un par de años la mejor y más importante exposición sobre robótica hecha hasta la fecha. Una exposición que redefinirá radicalmente la relación entre el ser humano y la máquina dándole una dimensión nueva y más armónica basada en la confianza mutua.

Uno de los asistentes, el doctor Jochen Weiner, del Museo federal de la Industria y el Trabajo de Alemania (DASA) contrajo levemente la comisura de los labios e hizo amago de intervenir pero finalmente desistió ante el avance arrollador del discurso de Ge.

  • Pero lo que verdaderamente hará única esta importante iniciativa cultural será que, por primera vez en la historia, el responsable a cargo de todo el proceso será… un robot.

Un murmullo generalizado fue ganando en intensidad hasta obligar a intervenir de una forma un tanto brusca a Ge:

  • Les aseguro que a va ser una experiencia formidable. Y eso no es todo…

Ge guardó un rato de silencio hasta conseguir la atención de todos.

  • Gracias a la prestigiosa empresa DaZiliao especializada en Big Data y Data Mining contamos con el conjunto de sus biografías digitales desde la primera vez que entraron en internet. El robot Master encargado de gestionarles ya tiene integradas todas sus preferencias personales, cualificaciones y habilidades profesionales.

Michico Enokido, una experta en divulgación de la robótica del Miraikan, el National Museum of Emerging Science and Innovation de Japón lanzó de inmediato una pregunta boomerang:

  • ¿Es eso legal?
  • Basta con que sea negocio –respondió Gé como un resorte-. Le recuerdo que el año pasado nuestro Museo albergó el primer periférico capaz de inducir en jóvenes vocaciones científico-tecnológicas de manera directa y sin intermediación alguna. También estamos orgulloso de aventajar a las principales agencias de viaje del país en lo que a venta de paquetes turísticos de parques temáticos se refiere. Como puede comprobar nuestro Museo ha hecho los deberes.

Michico entornó quedamente los párpados como una caída de pétalos de cerezo en primavera y susurró:

  • Estimada Directora Ge. Sin ánimo de polemizar me gustaría compartir con usted y con el resto la siguiente pregunta ¿Cómo podemos saber que los aquí presentes somos humanos? ¿No cree que eso sí sería verdaderamente revolucionario?

Historia del final de… los Science Center (Ediciones Century). N. York, 2092.

Autor: Apolonius Dragotev. Science Comunication Research Institut.

Sinopsis: el autor hace una completa crónica del progresivo deterioro de los Science center hasta su casi total desaparición en la década de los ochenta de nuestro siglo. A partir de todo tipo de material de época relativo a los Science Center (artículos de prensa, libros especializados, entrevistas con algunos de sus profesionales e incluso una novela), Dragotev, uno de los mayores expertos del mundo en historia de la museología científica, ofrece una completa y profunda panorámica del origen, auge y práctica desaparición de los museos de ciencia “interactivos”.

La Colección “Historia del final de…”  de Ediciones Century, está dedicada a diversas realidades sociales que durante el siglo XXI han visto su progresiva desaparición. Le recomendamos otros títulos como “Historia del final del transporte privado”, “Historia del final del azúcar”, “Historia del final de Facebook” o “Historia del final de los envases no retornables”.

(Disponible en papel, libro electrónico y archivo para implante neuronal, este último con un descuento promocional del 10%).

 (Páginas 127-128)

En 1967 Guy Debord dibuja en “La sociedad del espectáculo” una comunidad en la que una vida social que fuera en otros tiempos auténtica se había convertido en una versión representada: una deriva del interés por ser hacia el interés por meramente tener; y a su vez una deriva del interés en tener por el interés sencillamente en parecer.

Muchos Science Center a finales del siglo XX experimentaron esta deriva a la que hace referencia Debord desde el ser al tener para finalmente únicamente parecer. Por ello algunos de ellos fueron tratados progresivamente por sus responsables y gestores y cada vez con mayor intensidad como un lugar relacionado con el tiempo libre cuando no con el mero consumo de ocio. Salvo honrosas excepciones esto fue especialmente evidente en el caso de políticos o responsables con poca experiencia y visión, que no supieron entender las verdaderas posibilidades del museo de ciencia como espacio de transformación social. Empezó a valorarse el rendimiento del Science Center en términos meramente cuantitativos tales como el número de visitantes (factor por cierto que sirve adecuadamente a organizaciones lucrativas, pero que tiene poco sentido cuando se trata de obtener rendimientos formativos cualitativos en los ciudadanos). Todo lo demás salía fuera del foco. Lo cualitativo se fue convirtiendo en casi todos los casos en una dimensión molesta perfectamente prescindible.

Haciendo gala de grandes dificultades en las esferas de la gestión estratégica -aunque con una febril actividad en las esferas de la gestión ejecutiva- muchos museos de ciencia empezaron el siglo XXI entrando de lleno en las grandes industrias del turismo y el entretenimiento con una perspectiva utilitarista y a menudo sin bases ideológicas ni sociales consistentes: directivos del mundo del márketing, del entertainment o incluso de la contabilidad, se ponían sorprendentemente a los mandos de diversos Science Center sin que ello pareciera extrañar a nadie. Las técnicas de un marketing reduccionista entraron en algunos museos de ciencia como elefantes en cacharrería, sin reparar en que el marketing es una herramienta perfecta para una organización que trata de adaptarse a su sociedad lo mejor posible para venderle algo, pero es preciso ampliar mucho su enfoque y conceptualización cuando se aplica a un museo de ciencia, cuyos objetivos no deberían estar relacionados con adaptarse a su sociedad sino más bien con transformarla.

En una prosaica atmósfera del “todo vale” y a veces esgrimiendo el sorprendente pretexto de  estar explorando nuevas posibilidades, muchos Science Center renunciaron a hacer museología en el museo, mientras veían diluirse poco a poco todos los activos de su liderazgo y complicidad social original, de la antigua ambición de sus propósitos sociales, y de la trascendencia colectiva de su singularísima identidad como espacio propio y endémico de cultivo del lenguaje museográfico, en beneficio de cualquier tipo de actividad más o menos cultural -museográfica o no- pero que sobre todo atrajera mucha gente.

A partir de los años 30 del siglo XXI comenzó una intensa carrera a tumba abierta entre los parques de atracciones y gran parte de los Science Center: los primeros con propuestas cada vez más estimulantes basadas en  todo tipo de Fireworks Technologies; los segundos tratando de hacer casi lo mismo aunque con menos medios y siempre aplicando una coartada cultural más o menos forzada. Los intensos y apasionados programas de investigación museográfica que alumbraron la museología de ciencia revolucionaria del siglo XX –recuérdese el gran trabajo de I+D+i museográfico que se desarrolló para hacer el Palais de la Decouverte o para fundar el Exploratorium– pasaron definitivamente a la historia.

En 2041, en plena gran crisis de los 40, las administraciones públicas y las grandes fundaciones grant-makings decidieron en los acuerdos de Osaka renunciar a sufragar ciertos establecimientos a priori culturales: solo se financiaría a aquellos que fueran estrictamente de auténtica utilidad pública y de impacto social demostrado en base a una serie de rigurosos indicadores cualitativos.

Diversos Science Center fueron de los primeros aludidos entre todas las entidades afectadas por Osaka. Argumentaron en primera instancia y un tanto a la desesperada uno de los típicos objetivos que siempre habían mencionado: el fomento de las vocaciones científicas entre los más jóvenes, pero el desarrollo a la sazón del célebre periférico electrónico capaz de inducir este interés en los jóvenes mientras dormían hizo que esta línea de defensa fuese perdiendo fuerza. Tampoco ayudó que aquellos Science Center no fueran capaces de demostrar de forma objetiva que contribuían a crear criterio y opinión formada en la ciudadanía en todo lo relacionado con la ciencia y la tecnología: apenas pudieron aportar pruebas fehacientes de estar consiguiendo el fomento de vocaciones científicas que decían pretender o los niveles de divulgación científica a los que decían aspirar –por falta en los museos de programas evaluativos regularmente aplicados- y sus ideales originales relacionados con transformar y mejorar la sociedad se habían quedado relegados a meros “Claim” marketinianos un tanto desfasados.

Algunos Science Center aceptaron deportivamente que quizá sí habían hecho dejación de su función naturalmente propia relacionada con hacer divulgación científica utilizando el lenguaje museográfico, pero alegaron que, en cambio, sí se habían sumado a otro tipo de iniciativas relacionadas con la divulgación científica. Los referees de Osaka no entendieron que aquellos Science Center se comprometieran con otro tipo de actividades de divulgación científica que, paradójicamente, casi nunca precisaban de los recursos de todo un museo para poder verificarse.

También fueron desoídas las argumentaciones de los museos de ciencia en favor de su soporte al mundo escolar, pues las activas movilizaciones de maestros que revolucionaron los sistemas educativos de todo el mundo y que tuvieron sus momentos álgidos en las grandes asambleas mundiales de profesores de París de 2039, resultaron mucho más atractivas como revulsivo a la escuela, ya que los maestros hacía tiempo que habían dejado de  contar con los Science Center tipo “divertirse hasta morir”[1]

Otros Science Center trataron finalmente de postularse como agentes o dinamizadores de todo tipo de actividades sociales para la comunidad, ya fueran museográficas o no -incluso ya fueran de divulgación científica o no- pero las dinámicas federaciones de centros cívicos –que se vieron muy potenciadas desde mediados de los años 20 del siglo XXI con una intensa incorporación de jóvenes voluntarios profundamente formados- habían reivindicado esa parcela con presupuestos mucho más ajustados y una labor realizada de forma socialmente más eficaz (…)

[1] Divertirse hasta morir: el discurso público en la era del show business. N. Postman, 2013. Ed. La Tempestad.

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