En esta entrada del blog quiero hacer una breve reseña del debate Museos de ciencia y escuela: cómo desarrollar relaciones mutuas, que propuse y moderé el 13 de Septiembre de 2016 en el Campus Gutenberg 2016. Fueron invitados como ponentes:
- Lina Ubero: Jefa de programas públicos del Nat-Museu de Ciències Naturals/Museu Blau de Barcelona.
- Sebastián Cardenete: director del Centro de Ciencias Principia de Málaga.
- Guido Ramellini: vicepresidente del Mmaca (Museo de las matemáticas de Catalunya).
- Javier Hidalgo: Responsable de programas de divulgación y exposiciones de ciencia de la Fundación Bancaria “la Caixa”.
A la hora de invitarles, no sólo me guié por su amplia experiencia profesional, sino también por el hecho de que representan a dos tipos de museos de ciencia: por un lado, dos grandes del sector (CosmoCaixa y Museu Blau), y por otro dos más modestos pero de efectividad probada (Principia y Mmaca). También me pareció ideal para este debate el perfil de Guido y Sebastián, quienes antes de museístas fueron dos maestros de larga experiencia.
La falta de tiempo para absorber más preguntas del auditorio, creo que no deslució unas estupendas ponencias de los cuatro invitados. He tratado de identificar aspectos comunes en las ponencias, a pesar de ser un grupo de invitados bastante heterogéneo, como comentaba (consideraré también aspectos surgidos en el debate con la audiencia):
El tradicional romance entre escuela y museo de ciencia se mantiene vivo: los visitantes escolares son un público leal y agradecido que no le falla al museo de ciencia (aunque no siempre la escuela dispone de los recursos que querría para articular actividades fuera del aula). El Principia tiene un 73% de visitantes escolares (similar al Mmaca), CosmoCaixa un 30% y el Museu Blau un nada desdeñable 20-25%. Por su parte, el museo de ciencia corresponde a la gran cuota de visitantes que obtiene de la escuela teniendo muy en cuenta las necesidades del público escolar en todas sus estrategias y considerándole un eje básico de su acción social. Lina recordó que los departamentos educativos en los museos datan de los años 80 (el ICOM no explicita desde sus inicios que los museos en general tengan un papel educador, aunque ahora nos parezca algo tan obvio), por tanto es hasta cierto punto normal que, aunque los museos y las escuelas se quieran, tengan aún cosas por desarrollar en su relativamente reciente relación.
¿Qué aporta el museo a la escuela y la escuela al museo?: el museo ofrece diferentes servicios a las escuelas, aunque en ocasiones se produzca la paradoja de que se trate de productos básicamente escolares y para escolares, aunque diseñados en los museos (frecuentemente por maestros o pedagogos contratados por los museos). Las necesidades del sistema educativo son tantas que los productos educativos de los museos –frecuentemente diseñados deliberadamente a medida de las necesidades de la escuela- aparecen ante el sistema educativo como un preciado maná. Lina dijo una palabra clave: retos; eso es lo que la escuela puede aportar al museo (Javier acentuó luego esa palabra en particular). También Lina anunció el propósito del Museu Blau de tener un órgano estable en el museo compuesto por maestros, y que complementaría la labor que ya hacen con el Consejo de los niños, a la búsqueda de un ideal: la fusión de la experiencia escolar y museística en un perfecto continuum formativo intercomplementario. Estas apreciaciones –que diría que gozaron de la aprobación de toda la mesa- hablan a las claras de las necesidades de los museos de tener todos los datos posibles para guiar su trabajo estratégico, que, en el ámbito de los museos de ciencia, no siempre se aborda con el mismo ímpetu que la labor ejecutiva.
¿Qué debería aportar el museo a la escuela y la escuela al museo?: durante su intervención Javier perfiló este aspecto de forma atrevida: ¿Debe el museo de ciencia diseñar servicios para los colegios, cuando esto parecería algo más propio precisamente de los colegios? ¿Debemos “escolarizar el museo”?. Parece más adecuado desarrollar en el museo productos comunicativos relacionados con el lenguaje museográfico, y dejar a la escuela hacer lo que le toca (dándole soporte si se puede, naturalmente). Luego Javier admitió que, aunque esa era la idea de base, lo cierto es que desde CosmoCaixa han desarrollado recientemente algunos productos ex profeso para maestros: aflora de nuevo la intensa necesidad de atenciones y soporte extra del sector educativo en nuestro país.
Y aun aceptando que el museo debiera suplir la antigua función del laboratorio escolar, ¿es suficiente con una visita anual al museo de ciencia para cubrir las necesidades en ciencias experimentales de la escuela?. A este nivel es muy interesante lo que comentó Sebastián que hacen en Principia: ayudan a las escuelas a recuperar su viejo laboratorio escolar (a veces abandonado en un trastero) y a ponerlo en funcionamiento de nuevo. Es decir, podríamos decir que ayudan a “musealizar la escuela”. ¡Pobres laboratorios escolares!, que en gran número cayeron en desuso durante los 80 y los 90, cuando las “salas de informática” se vendieron entonces como la alternativa natural y “moderna” al laboratorio… La actual fuerte demanda de científicos bien formados en ciencias experimentales nos demuestra qué clase de error se cometió desmantelando muchos de los deliciosos laboratorios escolares en lugar de potenciarlos (decisión no carente de cierto sentido snob, dicho sea de paso). Si queremos ejemplos de cómo podría apoyar la escuela al museo, Sebastián dio una excelente idea: nos contó que gran parte de los módulos del Principia fueron construidos por maestros voluntarios ayudados por sus alumnos, los cuales hicieron luego también de educadores de sala.
Guido contó su interesante estrategia en la explotación educativa del Mmaca. El modelo Mmaca se basa en que el proceso de aprendizaje en el museo se produzca sin existir necesariamente un elemento director, e intentando que tenga lugar por los propios medios del visitante (y su compañeros de visita) en su relación con el producto museográfico. Se trata de una estupenda aplicación del concepto de la interactividad museográfica, sin confundirlo en este caso con el de la mera «manipulación», como tan a menudo sucede.
A vueltas con la importancia del “cambio” y con las «nuevas tecnologías»: desde el auditorio se mencionaron estos aspectos, sobre los que habitualmente los museos escuchan siempre alguna que otra pregunta, que en este caso respondió Guido.
Es normal tocar este tema del «cambio» en una época como la que vivimos, en la que todo cambio se considera algo intrínsecamente bueno sólo por ser un cambio. Sin embargo, el trabajo constante y con una visión de futuro única y sostenida sigue funcionando muy bien, no sólo en organizaciones como la Wellcome Trust o el Smithsonian, sino también en los museos de ciencia socialmente más relevantes del mundo.
Sobre la aplicación de nuevas tecnologías a veces es preciso ser un poco políticamente incorrecto, en un momento histórico en el que el péndulo del uso de las TIC´s está en uno de sus extremos máximos: aunque los recursos que ofrecen las TIC´s son un medio auxiliar de primera para los museos de ciencia, el lenguaje museográfico se basa en los activos propios de lo real y lo tangible (tanto a nivel de objeto como a nivel de experiencia), y eso precisamente constituye el hecho diferencial de los museos de ciencia, su endemismo y su razón de existir en la sociedad, con tanto mayor sentido en tanto en cuanto más virtual sea esa sociedad. Sebastián comentó a este nivel cómo el Museo de la Ciencia de Cuenca –que empezó apostando por pantallas y otros sistemas multimedia e infografías- mutó hacia el uso de una museografía basada en un lenguaje inconfundiblemente museístico.
Llegado este punto, cabe destacar lo que se consigue en el planetario del Principia: como es pequeño y recogido se puede customizar perfectamente cada sesión a la medida de cada grupo; pero sobre todo se puede conversar entre los compañeros de visita. La conversación:; la clave de la experiencia museográfica verdaderamente interactiva para los que reivindicamos una aplicación del lenguaje museográfico más artesanal que industrial.
Los museos de éxito investigan intensamente… ¡en museología!: hace tiempo que uso la expresión “I+D+ i museográfico” para referirme al trabajo investigador que se hace en algunos museos punteros y que está dedicado a desarrollar el lenguaje museográfico. Al principio me parecía una expresión un tanto excesiva para los museos de ciencia, pero cada vez me lo parece menos. Alguien en el auditorio sugirió que los museos de ciencia se parecen demasiado… ¿Cómo no se van a parecer si muchos museos de ciencia contemporáneos han replicado los mismos módulos que el Exploratorium inventó a finales de los 60 en el marco de un intenso esfuerzo investigador realizado entre artistas y científicos? ¿Cuántos otros museos contemporáneos se han puesto manos a la obra para desarrollar nuevos módulos propios, en lugar de recurrir a lo conocido y a lo seguro? ¿Hasta cuándo seguirán las actividades experimentales de los museos basándose en los trabajos divulgativos -maravillosos, dicho sea de paso- realizados a finales del siglo XIX y a principios del XX, o pertenecientes a la colección de experimentos que Jean Perrin y los suyos desarrollaron en los años 30 del pasado siglo para el Palais de la Decouverte?
…Y algunas preguntas más que se me ocurrieron tras el debate:
¿Por qué los módulos del MMaca tienen el éxito que tienen -incluso les piden cosas desde el Momath de Nueva York-, y su modelo de aprendizaje es tan demandado -el llamado modelo de aprendizaje Mmaca-? ¿Por qué el Principia no da abasto con su catálogo especialmente desarrollado de cuatrocientas demos científicas? ¿Por qué CosmoCaixa sigue llenando la Sala de la Materia desde 2004, y el ¡Toca-toca! desde 1991? ¿Por qué el Museu Blau tiene siempre lleno el Nido de ciencia?. Opino que todas estas preguntas tienen la misma respuesta de base: en algún momento se investigó en esos museos; hubo recursos, pasión y trabajo duro para crear algo nuevo, bueno y singular relacionado con el recurso propio y endémico del lenguaje museográfico: la tangibilidad. Investigar en el museo (sobre el lenguaje museográfico) no es fácil , pero parece ser que es lo que funciona.
Y acabo lanzando muy modestamente una idea: investiguemos también en los museos de ciencia cómo ofrecer algo a las escuelas que no sea un producto escolar; algo muy bueno y perfectamente complementario a la escuela, pero a la vez… ¡profunda y apasionadamente museístico!
Comentario enviado por Guido Ramellini:
(…) añadiría que des del Mmaca insistimos que no queremos que en la visita o en los talleres se repitan las dinámicas escolares, dejando el alumnado libre de experimentar; de encontrar sus intereses y su tiempo de realización de las actividades.
Y me agradaría hacer una reflexión sobre lo que comentó Javier en relación a un «manual de competencias» que CosmoCaixa iba a realizar. En la página del Creamat hay un cuestionario de uso rápido y pragmático para analizar el grado de «competencialidad» de las actividades que se proponen en clase. Yo lo utilicé para analizar las actividades de la exposición del Mmaca, con resultados sorprendentemente (o no) altos. La promoción de la comunicación, del problem solving, de la formulación y comprobación de hipótesis, la accesibilidad, el desarrollo de la autonomía … Todas estas componentes que crean competencia resultaron presentes.
No me extraña entonces que un manual de «competencialidad» salga de un equipo de educadores de un museo.
Comentario enviado por Ana Correas (Coordinadora MUNCYT A Coruña)
He leído el artículo [este post] y estoy completamente de acuerdo con lo que defendisteis; es fundamental que en los museos investiguemos en museología y en nuevos lenguajes museográficos. Hay que dejar de “copiar” lo que otros hicieron -con muy buenos resultados desde luego- antes. La inspiración es importante pero lo es más la trangresión.
Comentario enviado por José Antonio Gordillo (Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia).
He leído la crónica del debate y debió ser interesantísimo. Lástima que no pudiera asistir. Me hubiera encantado asistir.
Todas las reflexiones que se hacen me parecen muy oportunas y las hemos hecho tú, yo y alguna gente más, mil veces, especialmente lo del hecho diferencial de la investigación en la propia experiencia museológica como ventaja competitiva respecto del resto de museos de ciencia.
Con afán de enriquecer el debate un punto de reflexión referido al uso de las nuevas tecnologías. En mi humilde opinión yo creo que el tema no está en alcanzar un punto medio en el movimiento pendular propio de las modas, sino en que no hemos sido capaces de generar conocimiento, práctica profesional, reflexión y experiencia a partir del potente marco de referencia que nos ofrecen hoy en días las nuevas tecnologías. Quiero decir que la tecnología por ejemplo de la realidad virtual que ofrece unas Óculus va mucho más por delante que nuestra capacidad de generar contenidos con los que podamos crear por fin una interactividad global, que yo creo que es la asignatura pendiente que tenemos hace años porque todavía seguimos (mal)viviendo de las rentas de la interactividad inventada por el Exploratorio hace 50 años. Es significativo que una instalación tan potente como la experiencia «Destination Mars» en el Kennedy Space Center se genera en NASA no en un Museo, y ensambla en un todo coherente investigación, divulgación e interacción social. Y no hace falta ser un apóstol de la tecnología ni un apocalíptico para darse cuenta de que por ahí es por donde circula el futuro.